Un escape divino

 Línea A del subterráneo de Buenos Aires – 10:33

– Como te decía, tengo un compromiso impostergable; ante tu insistencia, solo me quedó lo opción de atenderte en el subte…

– No hay problema; escuche doctor, hace días, semanas, que cada vez que miro el reloj, marca la misma hora, me ocurre día tras día…

– Es algo común, puede que debas darle cuerda, o tal vez cambiarle la pila…

– He leído que podría tratarse de una señal, de un llamado de los ángeles…

– Y si tenés familiares por ahí, puede que te llamen, ¿por qué no? A mí hace una semana que me llaman de Asunción, no es que tenga familiares, insisten los de un hotel en que les devuelva tres toallones y la bata de baño.

– Además, desde hace unas tres noches escucho voces, murmullos, una música que no distingo bien, tal vez sean señales también…

– Puede ser, pero me inclinaría más porque algún vecino haya aprovechado la promoción de señales premium de DirecTV y se quede hasta tarde viendo películas. Los tres primeros meses bonificados, es una buena promo… ¡Uh! ¿Esta no es tu estación?, debes bajar, la seguimos la semana próxima…

– Ah, sí, sí, bueno doctor, gracias.

“Estimados pasajeros, en esta oportunidad les traigo directamente de fábrica, la atracción del momento: el yoyo digital, con conexión bluetooth y tarjeta de un giga …”

– ¿Es usted el presidente?

– ¿Que dice? imagine al presidente viajando en subte, jaja.

– O sea, no es usted el presidente, de acuerdo…

– ¡Que hace loco! ¡Guarde esa arma!

– ¡Escuchen todos! (los gritos de los pasajeros inundan el vagón) Mi nombre es Anaxágoras, de profesión adivino. He visto el futuro de esta ciudad y estoy dispuesto a ayudarlos ¡El enemigo viaja entre nosotros!

– ¡Alto, policía! ¡Tire el arma y levante las manos!

– ¡Esperen, esperen!, ¿están locos?, no ven que está lleno de gente ¡Tranquilos todos!, el hombre no hizo nada malo, aún (los gritos generan aún más confusión). ¡Ey!, escuche Anaxa no sé cuánto, agárreme del cuello, apúnteme con el arma, si me tiene de rehén no le dispararán.

– ¿Qué dice? ¡No quiero rehén!, estoy intentando salvar esta ciudad y a su gente.

– ¡Cállese!, haga lo que le digo, lo vi en una película y salió bien… ¡Tranquilos, tranquilos, me tiene de rehén!, por favor tengo hijos, una esposa, madre, mascotas ¡ya saben! Y también quiero vivir para ver a Argentina campeón, por favor, tranquilos.

– Falta que les cuente de su ropa interior, ¿qué payasada está haciendo?

– ¡Shhh!, apúnteme a la cabeza, en la próxima parada bajamos. Usted siempre apuntándome, no deje de hacerlo, cuando estemos arriba vemos.

– ¿Usted no es normal, verdad? ¡Que carajo!

– Cállese, haga lo que le digo, ya casi llegamos a la estación ¡Tranquilos, tranquilos!, no quiero morir agentes, por favor, soy su rehén.

– ¡Deje de decir eso! Usted se puso de rehén por su cuenta, ¿y ahora qué?

– Bajamos del vagón, no me deje de apuntar. Tomamos la escalera, esa, la de la derecha, da a la avenida. Cuando yo le diga guarde el arma y corremos.

– ¿Corremos hacia dónde?

– ¡No sé hombre! Usted dijo que era adivino, ¿o acaso le faltan aprobar algunas materias?

– Yo no quería un rehén, ¡usted está loco!

– ¡Ah seguro!, porque usted se ve de lo más cuerdo, guarde el arma ya… ¡Taxi, taxi…!

 Cuando el lobo huye de sus cazadores, siempre conoce su camino de escape.

– Listo, ya me ayudó, ahora vuelva a su casa con su familia, todo esto no es asunto suyo.

– No tengo hijos, ni esposa, ni mascota, ni nada.

– ¡Ah claro!, no me diga que también que es hincha de Brasil.

– Oigan ustedes dos, me dicen a donde viajan, ¿están borrachos o qué?

– Espere un minuto, por ahora siga derecho. En la película esa, la que me dijo que vio lo del escape, ¿a dónde van luego?

– Tenían un auto, no tomaban taxi.

– ¡No me joda!, así la policía nos encontrará en no más de diez minutos…

– Usted ve mucho cine amigo, acá la policía no encuentra a nadie. Taxista, a la costanera, vamos a la costanera, frente a la entrada del aeroparque, por favor.

– ¿No me diga que tiene un avión?

– No, no es para tanto. Frente al aeroparque hay puestos de comida junto al río. Ahí usted me invita a almorzar ¿Cómo era su nombre?, ¿Anaxa cuánto?

– Anaxágoras, soy adivino, viajo por el tiempo, y he venido a salvar esta ciudad. Escuché en el subte que usted es psicólogo, estaba con un paciente, ¿verdad?

– Bueno sí, pero no, no es tan así exactamente. Mire, mi nombre es Sebastián, que tal, un gusto. En realidad soy ingeniero, pero bueno, como no consigo trabajo de mi profesión, opté por otro y decidí trabajar de psicólogo; ya vio, en este país los psicólogos tienen trabajo seguro, todo el mundo estudia psicología, y bueno, es así…

– O sea, ¿usted es ingeniero pero trabaja de psicólogo?

– Así es.

– Carajo, sí que no es normal ¡eh!

– ¡Ah bueno!, porque usted con su estilo Morgan Freeman, buscando al presidente en el subterráneo, y sacando un arma como si fuera el lejano oeste, es recontra normal ¿no?

– Escuchen ustedes, los de atrás, esa patrulla que nos sigue, ¿no tendrá nada que ver con ustedes, verdad?

– ¡Carajo! ¡Le dije que no encontrarían! Usted y sus películas…

– Mire adelante, es un retén policial y… ¡nos apuntan!

– Agárreme del brazo con fuerza, ¡vamos ahora!

– ¿¡Le parece que es hora de romanticismo!?

– ¡Cállese y agárreme del brazo, ahora!

Que lindo sería que, cada vez que tenemos un problema, nos pudiéramos agarrar del brazo de alguien y así, por arte de magia o menester divino, escapar.

– ¿Está bien?

– Mierda, eso sí que estuvo jodido ¡eh! ¿Qué pasó? ¿Dónde estamos?

– En el mismo lugar, pero unos cincuenta años después.

– ¿De qué habla? ¡Que carajo!, ¿por qué está todo abandonado? Ese es el aeroparque, bueno lo que queda del edificio, las plantas se lo están comiendo…y el río, ¿qué le pasó al río?

– Así es el futuro del lugar donde usted vive ahora…

– O sea, es verdad que la humanidad se acaba…

– La humanidad no, estimado, su ciudad, su país.

– No entiendo.

– Argentina ha desaparecido, bueno, los argentinos en realidad.

– Por Dios, que tragedia.

– No crea, en varios lugares del mundo hubo festejos…

– ¡Bue! Pura envidia, ¡seguro! Un mundo sin argentinos no es un mundo…Espere, espere, espere, ¿usted está diciendo que en algún momento los argentinos desaparecieron?

– Así es, se autodestruyeron.

– Y pero…qué fue de Messi, del Cholo Simeone, del Loco Bielsa, una tragedia para el fútbol mundial.

– ¡No ve!, ahora entiendo, le digo que un país desapareció, y usted afligido por el fútbol, ¡de no creer!

– Bueno perdón, señor antifútbol; entonces qué, a ver, ¿el Vaticano quedó acéfalo?, ¿el rey de Holanda viudo…?

– ¡Dios mío!, no sé de qué habla, yo supe de todo esto por leyendas que se cuentan y que llegaron a hoy, al 2073. Dicen que hubo aquí una ciudad enorme, capital de un país, pero que desapareció; prácticamente no hay documentación. Pero, se me ocurrió que si logro dar con los líderes de ese país, viajando al pasado, tal vez pueda evitar la “tragedia”, así como usted lo llama. Es por eso que buscaba al presidente en el subterráneo cuando me topé con usted…

– No sé qué leyenda le han contado, pero el presidente no viaja en subte, y dudo que un político pueda salvar al país de algo, todo lo contrario.

– Es que no sé por dónde empezar, ¿me entiende?

– Si usted es adivino, ¿cómo no sabe?

– ¡Ah sí!, y usted es ingeniero, trabajando de psicólogo, atendiendo pacientes en un vagón de subterráneo, ¡le recuerdo!

– ¡Bue! Escuche, volvamos a mi tiempo, lo ayudo a evitar que desaparezcamos. Eso sí, cambie un poco su imagen, recuerde que toda la policía de la ciudad busca a un Morgan Freeman y su rehén, jaja…

– Quién me manda a meterme en esto…

– ¿En serio que Messi desapareció así como de la nada? Increíble…

– Y dele con Messi, ¿quién es Messi que tanto lo nombra?

– Pero ¡me está jodiendo! ¿Qué leyendas de argentinos le contaron? ¿Cómo que no sabe de Messi?… ¡Ah! ¡ya sé, ya sé!, no me diga que le contaron una de La Mano de Dios…

-SF-

12 comentarios

    • jaja, gracias Manolo; así es, como decís, el intento de describir la idiosincrasia argenta desde un relato divertido, sin generalizar por supuesto, abarca sólo un 99,9% de nosotros, jaja. Abrazo, y nuevamente gracias.

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