Reencuentro

Con la punta de la bota, sin siquiera sacarla del estribo, liberó la tranquera del poste que la amarra al alambrado, cerco que, sin éxito, intenta enjaular la pampa, tierra orejana, inmensidad eterna de un sentir matrero. Avanzó y, a media vuelta, el criollo azulejo pechó las tablas para que todo vuelva a quedar en su lugar. Con igual mecanismo que la apertura, la oreja de la tranquera volvió a calzar en su madero tutor. Tranco lento hasta la arboleda. Tarde gris, pastizales ocres de un invierno que se resiste a partir.

– ¡Abuelo! ¡Tata! ¡Despierte! Alguien se acerca…

Más años que el propio tiempo, vincha de lienzo a la cabeza, larga y gris la cabellera, piel oscura y curtida por la labranza de la vida, poncho pampa, sentado bajo el alero, el viejo ranquel abre sus ojos y, sin gesto alguno, aprecia caballo y jinete que lentamente, y tal como alertara su pequeño y único compañero, hacia el rancho se acercaban.

Sombrero corazón de potro, simple el emprendado del azulejo, no más que tientos curtidos a mano propia; matra, carona y cojinillo por recado, guitarra cruzada a la espalda, recibido por veintena de perros llega el gaucho al encuentro.

El pequeño arrima leña al fogón como quién no quiere la cosa; sus manos temblorosas, sus ojos admirando la escena…

– Santos…

– Sombra…

-SF-

Así comienza la segunda parte de LaCalleDelFondo…historias. 

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